La Nueva Escuela

Escrito por Evaristo Valentí López, originalmente destinado al libro de “La escuela granadina de guitarreros”. This article was first published in English in this blog in 2013.

En una agradable visita por los talleres de los guitarreros granadinos, cualquiera de nosotros puede ahora sorprenderse encontrado, sin buscarlo, a personajes altos, de pelo rubio y ojos claros, que con un curioso acento granadino “contaminado” de restos de habla sajona, nos muestran el fruto de una tradición española arraigada y proveniente de tiempos muy lejanos. Para la mayoría de ellos, Granada ya es su vida, y allí han sabido encontrar un camino que vinieron buscando o con el que se tropezaron, en una especie de acto de fe que les cautivó. De una y otra forma, han sido recibidos, adoptados a veces, adiestrados otras, pero toda la tradición gremial y familiar de los guitarreros granadinos, les ha sido entregada de la peculiar manera que este gremio sabe hacerlo.

Ahora bien, será objeto de este artículo, el intentar encontrar lo que estos foráneos que permanecieron en Granada y alrededores, han aportado a esa tradición, a la ciudad y al mundo de la construcción de guitarras en Granada.

Cualquier persona cercana a la guitarra clásica o flamenca, en un nivel medio y alto, en cualquier lugar del mundo, sabe que la ciudad de Granada es cuna de tradición en la construcción, evolución y desarrollo de este instrumento. Desde 1500 tenemos constancia de la localización en la ciudad de violeros, y estas localizaciones se vienen dando, siglo tras siglo, hasta nuestros días.

Aunque no es nuestro objetivo, intentaremos ver dentro de que marco encontramos a los extranjeros que han venido a la provincia para hacer guitarras:

Podemos afirmar que, desde que Benito Ferrer en el último cuarto del siglo XIX, hiciera de su apellido toda una dinastía de guitarreros, la guitarrería granadina ha seguido establecida y creciendo de forma ininterrumpida en número y calidad hasta nuestros días. Ahora encontramos tres generaciones trabajando simultáneamente en el oficio y unos cincuenta guitarreros que, en pequeños talleres, están de con mayor o menor fortuna trabajando en la guitarra.

El atractivo que la ciudad ejerce es algo que en cualquier guía turística o con un simple paseo podemos descubrir. Durante la década de los setenta en adelante, en una España que cambiaba a pasos lentos, con sus complejos y prejuicios, se hizo del turismo una forma de vida. Comienzan a llegar centro europeos buscando relax en un estilo de vida diferente, desenfadado y, entre ellos, se “infiltran” algunos deshubicados que buscan alternativas.

En lo que a los guitarreros se refiere, creemos que hay algo común entre los extranjeros que llegaron en esa época a Granada: la necesidad de encontrar una alternativa vital, cercana a la creación artística (de la que algunos ya participaban), al trabajo artesano, personal y que permitiera plasmar en algo físico una necesidad de expresión alejada de los trabajos y formas de vida más habituales que podían encontrar en cualquier otro sitio. Algunos, como personajes de cuento que necesitan recorrer su propio camino para resolver las dudas inconscientes y convertirlas en base de su desarrollo personal, encuentran en los pequeños talleres de constructores de guitarras, la respuesta a esas dudas.

En ese momento, ya había en Granada guitarreros, situados en pequeños talleres, que tenían una enorme habilidad en el trabajo artesano de la madera y que habían aprendido a hacer guitarras siguiendo una tradición muy arraigada. Hablamos de un gremio muy especial, cercano al mundo del arte (sobre todo el flamenco), que hace de la guitarrería toda una forma de vida y en la que no hay horarios de trabajo ni imposiciones, sólo la de ganarse la vida y disfrutar con la gente del mundillo.

En esas fechas llega a Granada el primer extranjero interesado en la construcción de guitarras: Bernd Martin. En 1976, con 22 años de edad y sin ningún tipo de problemas a la hora de solicitar ayuda y colaboración, este alemán nacido en Stuttgart, con formación musical, ya conocía el ambiente de la ciudad y tenía alguna guitarra de constructor granadino. Rápidamente contacta con guitarreros de tradición que le ayudan a hacer su primera guitarra y a barnizar como se hacía y se sigue haciendo allí. Tras él aparecen René Baarslag, ingeniero interesado en tocar la guitarra flamenca, que tropieza de frente con el oficio; Alejandro Van der Horst, turista en Torremolinos, tocaba la guitarra y construía algunas de forma autodidacta, persona inquieta en todos los sentidos. Jonathan Hinves, inglés con conocimientos de música, que ha vivido en varios lugares muy diferentes, conoce a Antonio Marín al pedirle ayuda para reparar un charango, comienza haciéndolos él y entra también en el “Universo Granadino” de la construcción de guitarras. Hablamos ya de la década de los 80, y creemos que este grupo será uno de los motores que refrescan y agilizan de alguna forma, el mundo de la guitarrería granadina.

En esos años, el imaginado árbol genealógico venido de Casa Ferrer, se dividía en dos ramas, con los talleres de Marín y Bellido y los guitarreros salidos de allí que ya se habían establecido por su cuenta. Estos, de maneras muy diferentes, serán los improvisados maestros de jóvenes foráneos que ya hacen sus primeros instrumentos y que buscan entre herramientas seculares, olor a barnices, colas y tabaco, ideas que les inspiren y solucionen los obstáculos con los que se van tropezando.

Lo que estos, cariñosamente llamados “guiris”, encuentran, es a personas con una habilidad sorprendente en el trabajo de la madera, formados muchos de ellos en talleres de ebanistería de gran nivel que, lejos de encontrar dificultad en hacer una guitarra, son capaces de aportar e improvisar soluciones a problemas que a otros les resultan insalvables y que pasaron después a formar parte de la magia de la guitarrería aprovechando la habilidad aprendida Están entrando en un círculo cerrado y particular, enormemente individualista, que se amplia entre amigos y familiares, pero que se convierte en generoso cuando ellos van a buscar ayuda. A la vez, te conduce a la soledad de tu taller, donde habrás de encontrar tu camino personal, sin saber, en la mayoría de ocasiones, lo que hace el taller del vecino.

Bernd Martin busca esa ayuda en José López, se influencia de la mentalidad abierta e investigadora de Germán Pérez y también recibe ayuda, como todos, del gran maestro Antonio Marín. René, Jonathan y Alejandro, pasan horas y horas en el taller de Antonio Marín, asimilando una forma de trabajo y un sentido común aplicado al oficio, realmente sorprendente. A ellos acuden para tener una base, mientras trabajan de forma autónoma y buscan compartir ideas y experiencias con cualquier guitarrero de tradición, para intentar entender mejor el porque de lo que hacen.

Para los extranjeros que habían llegado a Granada, el hacer guitarras era mucho más que una forma de ganarse la vida. Sin embargo, para los maestros del oficio, la necesidad de encontrar mercado a sus instrumentos, les había llevado en ocasiones a atender demandas según las modas y puede que no tanto a seguir una línea clara y personal de evolución. Digamos que ponían todo su conocimiento y fabulosa habilidad, al servicio de lo que guitarristas de muchos lugares del mundo pedían.

En este punto debemos quizá recurrir a un ilustre personaje que influyó de alguna forma en los guitarreros de Granada a través de Antonio Marín. Este es Robert Bouchet, artista en todos los sentidos y mitificado guitarrero. En 1976 Antonio Marín escucha y ve una guitarra de Bouchet y se sorprende por su sonido y las diferencias en la construcción. Al año siguiente Bouchet pasa un mes en Granada y hacen una guitarra juntos. El francés, en realidad, no era un gran artesano, pero si una persona de una gran sensibilidad artística (practicada en la pintura) y gusto por la tradición de los más conocidos guitarreros (Santos, Manuel Ramirez). Sus métodos trabajo eran algo complicados y lentos, pero la enorme sensibilidad de los dos les llevó a seguir una línea de trabajo y amistad. Dos años después, Marín viaja a Francia y allí trabajan juntos en varias guitarras en las que cada uno aporta experiencias y conocimientos (plantillas, diseños, formas de trabajo…). Pensamos que, aunque no decisiva ni con cambios fundamentales, está relación trajo a Granada ideas que algunos guitarreros, en mayor o menor medida, usan o han usado en sus diseños. De hecho, actualmente, Antonio Marín sigue haciendo parte de su producción sobre la base de aquellos diseños y la influencia de ese trabajo ha llegado a otros a través de Marín.

Viendo las fechas de las que hemos hablado, podemos intuir una pequeña “revolución”, a la que contribuyen la relación Marín-Bouchet a finales de los 70 y la llegada de esos extranjeros hipermotivados en la misma época y muy poco después. Una revolución ajena, seguramente, a los talleres establecidos, que en la seguridad de sus habilidades, continuaban su trabajo como ejemplo para los que desde fuera, intentan aprender.

Esta pequeña revolución se gesta, sin ellos pretenderlo, en la mente de los “guiris”, que se motivan unos a otros desde personalidades muy peculiares y complementarias. Pensamos que en este periodo, en el que coinciden Bernd Martin, Rene Baarslag, Jonathan Hinves y Alejandro Van Der Horst, junto con algunos otros que no se establecieron de forma continua en la provincia, es en el que la guitarrería granadina se abre definitivamente a todo el mundo guitarrístico, la calidad de los instrumentos alcanza un nivel muy alto y sus características son un estándar que la identifican en cualquier lugar del mundo guitarrístico.

Con Bernd cerca de José López Bellido y Germán Pérez. René, Jonathan y Alejandro alrededor de los talleres de los guitarreros más antiguos, con Antonio Marín como referente, tanto personal como técnico en todos los casos, el objetivo era siempre el mismo: adquirir autonomía suficiente para hacer guitarras de una altísimo nivel de calidad. A estos debemos añadir a Kojiro Nejime y Thomas Redlin, los dos únicos que han trabajado de verdad como aprendices en el taller de Antonio Marín. El primero continúa en Japón haciendo guitarras en el mismo estilo y Thomas ya no construye.

Quizá sea algo pretencioso convertir en “responsables” de esto a tan pocas personas, más aún cuando ellas mismas quizá no hayan llegado a esa conclusión. Ahora intentaremos explicar esto con el análisis de varios factores que confluyen en la misma época y en estos europeos adoptados a la vida granadina:

-Todos tienen una determinación absoluta en mejorar, convirtiendo este objetivo en una obsesión que no descansaba en ningún momento. Todos saben que el inquieto y vital Alejandro, podía avisar en algún momento del día o la noche, de un pequeño experimento que le había llevado a algunas conclusiones, más o menos útiles. O de la búsqueda continua de la perfección y pulcritud de detalles de Jonathan.

-La amistad entre ellos y la gran cantidad de horas compartidas hace que la motivación sea contagiosa y los recursos también se compartan, facilitando así la labor. Somos de la opinión que esta motivación acaba trasladándose también a los guitarreros granadinos que ven como sus instrumentos cobran cada vez más importancia fuera y dentro de España.

-El venir de otros países y el dominio de otros idiomas, les pone fácil dar a conocer lo que hacen y “publicitar” su trabajo, a la vez lo que lo hacen con el de sus “maestros”. Viajaban juntos en multitud de ocasiones para comprar madera o vender guitarras, acudían a festivales, contactaban con guitarristas, a los que someten a preguntas sobre el instrumento y lo que buscan en el, para extraer todo el beneficio posible en aras de su obsesión: hacer buenas guitarras siguiendo la tradición de los talleres de Granada. En esta época, fuera de España no había tantos buenos instrumentos como ahora y ellos eran parte de “la voz de la guitarrería granadina”, que le estaba contando al mundo el interés por una tradición asimilada con la práctica y transmitida en familias, de generación en generación. Las guitarras que muestran son fantásticamente acogidas y, sin necesidad de explicaciones, los guitarristas se quedan con ellas.

-La constante inquietud por experimentar, siempre desde la tradición, les hace plantear problemas nuevos a los antiguos guitarreros, que, generosamente, intentan resolver con sus capacidades y experiencia. Este es uno de los grandes atractivos que los extranjeros encuentran y que “exportarán” como parte de la identidad de sus instrumentos, la tradición, el trabajar según lo transmitido durante siglos, pero con las ganas de descubrir la mejor forma de llegar a la mejor guitarra que ese conocimiento pueda dar. Algunos de ellos piensan que, la escuela de guitarreros de Granada es una base de sonido y una forma determinada de trabajo y organización.

A estas razones se une que Dean Kamei funda en 1974, en San Francisco (EEUU), un negocio en torno a la guitarra, descubriendo en Granada un tipo de guitarra con diferencias de sonido, aspecto, comodidad y peso, respecto a las más conocidas de otros lugares de España. Para algunos, dar cabida a este descubrimiento, fue también una influencia externa que ayudó a difundir y generó interés por los instrumentos que aquí se construían. También al final de la misma década, Rolf Eichiger abrirá una tienda en Alemania. Interesado en la tradición granadina, después decidirá venir a la ciudadad para aprenderla.

Estas razones, como principales, son las que nos llevan a pensar que, durante los años 80 y hasta finales del siglo XX, el pequeño grupo de centro europeos, formados en otros ambientes y culturas, actúa como parte de un motor que da fuerza al desarrollo de la construcción de guitarras en los talleres granadinos.

Los viajes en coche, cargados de guitarras por los países de centro Europa, son cada vez más habituales entre los guitarreros y la exportación a Japón y Estados Unidos crece. A la vez, en España, Casa Luthier en Barcelona comienza a vender estos instrumentos y a “educar” a los clientes en el gusto por ese tipo de guitarras, recordemos: evolución de una tradición.

Este creciente interés hace que en revistas de Estados Unidos y Japón aparezcan multitud de publicaciones, también en esos años de 1980 a 2000, con reportajes sobre guitarreros granadinos de tradición y sobre los extranjeros que están motivando el presente escrito. En ellas, siempre destacan las mismas intenciones: la gran admiración por el trabajo artesano, basado en la tradición y, representado, sobre todo, por Antonio Marín y los que por su taller han pasado y asimilado esa forma de ver la guitarra.

Quisiera en este momento, porque es uno de los europeos que acabó en Granada su vida y porque su peculiar influencia fue lo suficientemente grande y agradecida, mencionar a Rolf Eichinger. Este alemán, propietario de una tienda de guitarras en su pais, comenzó a interesarse por la construcción y decidió pasar un tiempo en Granada para asimilar esa tradición y trabajar en ella. Más tarde se establece en esta ciudad. Persona muy inteligente y de insaciable curiosidad, no tan hábil en el trabajo manual como los mejores guitarreros granadinos, pero con una capacidad de análisis y visión organizada de lo que buscaba en sus guitarras y de como encontrarlo. Personalmente, pienso que mantenía muy viva esa primera ilusión de la que he hablado al referirme a Bernd, Alejandro, René y Jonathan. Podríamos considerar que ha sido uno de los últimos (hasta su fallecimiento en 2009) guitarreros extranjeros que han dado empuje al desarrollo y difusión de la guitarrería en Granada. No siempre agradable en su manera de transmitir lo que enseñaba y austeramente sincero en ocasiones, a él acudían muchos de los que querían comenzar a hacer guitarras y que ahora agradecen enormemente su “doctrina”. John Ray o Thomas Holt son ejemplo de la influencia de Rolf en la guitarra granadina.

Igual que al principio de este artículo dijimos cual era su objetivo (ver cual ha sido la aportación de los primeros guitarreros extranjeros en Granada), ahora sentimos la necesidad de decir lo que no pretende ser. Lo aquí escrito, seguramente no aporta demasiados datos nuevos, ni descubre aportaciones técnicas, ni es un artículo de investigación exhaustiva sobre el que se puedan hacer precisas disquisiciones. Sin embargo, ordena y muestra el transcurso de unos acontecimientos que de alguna manera han intervenido en el devenir de la guitarrería. No sabemos que hubiera pasado si estos “guiris” no hubieran venido a Granada, ni podremos saber como hubiera sido el desarrollo de la construcción de guitarras allí si ellos no hubieran contribuido a su difusión por todo el mundo, pero si podemos asegurar que habría sido bastante más difícil sin su aportación.

Debemos ahora, de todo lo dicho hasta aquí, intentar resumir que es lo que ellos han dejado en Granada como poso para las generaciones de guitarreros que venían detrás, y cual ha sido la contribución de este pequeño círculo que, desde la llegada de Bernd Martin en 1976, trabaja, se modifica y se amplía, en torno a la provincia. Quizá en este orden de importancia:

-Difusión del tipo de guitarra y forma de trabajo empleada en los talleres de los guitarreros granadinos, por todo el mundo, gracias a sus contactos extranjeros.

-Fomentan la base tradicional del sonido y construcción venida de la cultura violera de las escuelas españolas antiguas, y sobre ella conseguir instrumentos de gran calidad. Con esta premisa, sin saberlo, crean precedentes para otros guitarreros y resaltan una de las esencias que, durante esa época y por influencias externas, podría estar decayendo. Incluso contribuyen a recuperar ciertas formas de trabajo que estaban comenzando a olvidarse y que ellos se interesan en rescatar y hacerlas de uso común.

-Búsqueda constante de pulcritud en el trabajo, intentando utilizar los elementos mínimos para conseguir equilibrio en todos los instrumentos y el más alto nivel de calidad. Esta idea, que parece obvia, quizá no lo es tanto si vemos como, a partir de estos años, la calidad de las guitarras sus guitarras aumenta y, dato importante, alcanza mayor equilibrio entre los instrumentos que cada uno hace.

-Entusiasmo contagioso por lo que hacen, quizá en un pequeño mundo en el que la individualidad y, en determinadas épocas, la rutina o incluso la necesidad, habían convertido el trabajo en algo menos ilusionante. Sus ganas constantes de evolucionar, de probar cosas, pero de una forma ordenada e inteligente y siempre con una base de sonido extraido de las mejores guitarras que la tradición española supo dar, se contagia y, más importante: obliga a los guitarreros asentados en Granada, con el referente de Antonio Marín, a dar lo mejor de sus habilidades y conocimientos en lo que hacen.

-Frescura en la forma de afrontar el oficio. Dentro de un trabajo organizado en “clanes familiares”, muy cerrado y con los objetivos algo dispersos, los “guiris” airean y refrescan ese universo, integrándose en la cultura guitarrera, pero a la vez poniendo en ella otra forma de afrontar ese trabajo, tan arraigado en la zona y con costumbres tan particulares.

Como vemos, las aportaciones no son formas concretas de hacer algo, ni innovaciones sobre el instrumento. Si es la intención de aclarar unas bases sobre las que trabajar (la tradición “gremial” granadina), avanzar lo más posible en esas bases y difundir el trabajo que allí se hace, colocándolo en el nivel de calidad absoluta que se merece, con los referentes de los “maestros” granadinos de los que hemos hablado.

Llegamos así hasta estos mismos años que vivimos y, desde los años 70, a los que nos hemos remontado, tanto el país desde el que hablamos, como Granada, la provincia en la que están los guitarreros de los que comentamos, y la forma y velocidad de las relaciones y transmisión de conocimientos a nivel mundial, han cambiado casi como en una novela de ciencia ficción. A partir de aquí las visitas de guitarreros de todo el mundo son constantes y las influencias directas de los “maestros” de Granada comienzan a diluirse en la transmisión infinita que se hace de ellas, difundiéndolas por escuelas, cursos y festivales de cualquier lugar. Casi en todos los países donde haya algún guitarrero, podemos ver detalles de tradiciones en la construcción de guitarras de los que aquí vemos, y esto ocurre gracias a ese devenir continuo de personas de fuera, que han sabido entender la importancia de lo que pasa en Granada con respecto a la construcción de guitarras.

A partir de aquí, y con la cantidad de personas que en la provincia trabajan haciendo guitarras, el espectro se amplía y cualquier idea llega en muy poco tiempo a cualquier lugar. Pero creemos que estamos en condiciones de afirmar que Granada es una especie de reducto en el que se refrescan, transmiten y actualizan las formas de trabajo que se han usado desde siempre. Los extranjeros, además, siguen llegando. Igual de ilusionados en seguir haciendo que esta rueda gire, aunque algo más informados gracias a esos pioneros, y entregando su futuro a una forma tan particular de vivir. Henner Hagennloger, Stephen Hill, Matteo Vaghi, Franz Butscher, Daniele Chiesa, Andy Marvi, John Ray o Thomas Holt son, actualmente, el ejemplo de esa generación posterior que encontró en Granada el camino de aprendizaje y evolución para hacer guitarras en la tradición granadina. Hay influencias de todas las escuelas de constructores de guitarras de cualquier continente, pero la gran mayoría mantiene los usos tradicionales y siguen intentando comprender mejor ese sonido y como usar los elementos que lo generan, para conseguir acercarse a un ideal al que, esos extranjeros objeto de este artículo, han contribuido realzando y depurándolo.